domingo, 22 de agosto de 2010

Encontrarse a sí mismo – unas reflexiones sobre el Camino de Santagio

„¡Buen camino!“, el famoso saludo entre los peregrinos, probablemente es la frase que más se escucha en el Camino de Santiago. Una frase que, según mi experiencia, refleja algo muy esencial de la idea no sólo del Camino de Santiago sino también de un cierto espíritu, una forma de ver la vida: lo que más importa es el estar caminando. Sin duda, a primera vista la meta principal de todos los peregrinos y aventureros es llegar a la ciudad Santiago de Compostela, a la catedral, al último albergue o al fin de un viaje muy largo. Pero la diversidad de impresiones que uno llega a percibir en el camino hace de este camino un camino tan especial.




En toda Europa, pero sobre todo en España, existe una multitud de Caminos de Santiago, entre ellos quizá el más conocido el „Camino Francés“. Éste empieza en los Pirineos, todavía en la parte francesa, y lleva por los estados españoles de Navarra, La Rioja, Castilla y León y Galicia. Si uno quiere hacer todo el camino, que son aproximadamente 780 kilómetros, es recomendable tomarse un tiempo de cuatro a cinco semanas. ¿Pero por qué pereginar? Pues, hay muchas razones: caminar una distancia tan larga es una aventura muy interesante, uno pasa por paisajes muy bonitos y ciudades muy antiguas, como peregrino sales totalmente de las cosas que cotidianamente te rodean, se puede sentir el espíritu religioso en todas partes, uno conoce muchas personas de todo el mundo...



De todos estos motivos, al principio del pereginaje el religioso era el más importante, el que hizo que a lo largo de los siglos millones de personas se fueran de sus hogares, a la vez muy lejanos, para visitar el sepulcro del apóstolo Santiago („Sanctus Iacobus“ en latín) y para encontrar a Dios. La popularidad que tiene el Camino hoy se debe por gran parte a su historia. Cuando se reveló el supulcro en el siglo VIII empezaron a crearse muchas leyendas acerca del apóstolo y en la Edad Media para muchos cristianos era la meta principal de su vida poder llegar a Santiago de Compostela. En todo el camino se pueden ver iglesias y catedrales muy antiguas que son huellas muy impresionantes de los peregrinos medievales. Las grandes ciudades como Pamplona, Burgos y León fueron construidas en esta época, muchas veces a partir de un albergue sencillo o de un hospital para los peregrinos.



Por todo esto el interés religioso y cultural ya es motivo suficiente para irse al Norte de España y dejarse inspirar. Pero esto es inseparable del esfuerzo físico que conlleva el camino: caminar más de 20 o muchas veces más de 30 kilómetros al día es un desafío muy grande y requiere buena preparación. Botas cómodas (y ya usadas), una mochila ligera, botellas de agua, ropa para climas diferentes, etcétera. Existen innumerables guías, novelas, cuentos y hasta filosofías acerca del Camino de Santiago así que uno puede enterarse profundamente, sea de la historia o de lo que se necesita para el viaje.



Fui al Camino de Santiago en el 2007, mi padre me había invitado a ir con él después de que yo terminara la preparatoria. Por esto el „peregrinaje“ era un acercamiento muy bonito entre mi padre y yo, convivimos todos los días, nos contamos cosas muy íntimas; en pocas palabras hizo muy fuerte nuestra relación. Gracias a esta experiencia compartida no sólo nos consideramos padre e hijo, sino también amigos. La primera semana para mí fue un sufrimiento muy grande porque mis pies no se acostumbraban a las botas y dolían bastante. Me di cuenta de que había sido demasiado cruzar los Pireneos y seguir haciendo etapas de 35 kilómetros. Decidimos hacer etapas más cortas y llegando a Pamplona casi pude correr. Es recomendable empezar tranquilamente y avanzar poco a poco. Como dijo un compañero inglés: „¡No es un recorrido, sino hay que voltear a ver!“



Y de hecho hay tanto que ver – montañas, animales, pueblos casi abandonados, iglesias romanas, ríos, las flechas amarillas que indican la dirección, fuentes, flores que la gente deja para los peregrinos... Llegar bien cansado a un albergue en la noche, comer un plato caliente, conocer a otros compañeros y compartir las impresiones, tomar vino juntos – estos eran sentimientos muy especiales e inolvidables. Mi padre y yo conocimos a muchas personas con las que todavía mantenemos el contacto, mientras que a otroa las vimos unas pocas veces pero las recordamos detallademente. A pesar de caminar con otras personas uno tiene mucho tiempo (y siente la inspiración) para reflexionar. El hecho de no estar en el ambiente cotidiano hace posible ir más allá de lo conocido. Por ejemplo la desesperación de no saber si aguantar la etapa o la situación de simplemente sentir necesidades básicas nos pone en otro contexto y nos enseña que es lo que realmente importa.



Para levantarse temprano todos los días y llegar al fin de la etapa es necesario tener una voluntad muy fuerte y mucha gente la siente por razones espirituales o por haberla buscado. A mí de repente me parecieron muy ridículas muchas convicciones o preocupaciones que antes tenía (por ejemplo por la escuela). El camino, según lo que causó en mí, ayuda a cuestionar hábitos, a ver las cosas con más tranquilidad, a tener más confianza en sí, a creer en siempre llegar bien. Para mí fue un camino de superar límites, pero de esto me di cuenta mucho tiempo después. Sobre todo es una aventura, una experiencia incomparable, una sensibilización, un camino a su interior – y algo de que uno siempre cuenta orgullosa y conmovidamente.



Colaboración especial por
Franz Viohl

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