domingo, 2 de mayo de 2010

SB1070 es el código de la vergüenza

La reciente promulgación de la ley SB1070 en el estado de Arizona, Estados Unidos por la gobernadora republicana Jan Brewer ha ocasionado un gran revuelo social debido a las fatales implicaciones que origina, ya que dicha ley afecta a todos aquellos individuos que levanten la “sospecha razonable” de ser inmigrantes indocumentados. Ante esta sospecha ahora el cuerpo policiaco de Arizona tendrá el deber de acercarse a aquellas personas que posean características físicas y de comportamiento de inmigrantes.

A nivel internacional e incluso dentro de los Estados Unidos esta ley ha sido fuertemente criticada debido a su naturaleza antihumanitaria y por las consecuencias arbitrarias que ostenta sobre todo para aquellos inmigrantes indocumentados provenientes de México debido a que claramente a través de esta ley se pone de manifiesto el marcado rechazo que existe hacia grupos latinos de inmigrantes por la gran afluencia que han tenido en los últimos años hacia el territorio de Estados Unidos.

No obstante que el pueblo estadounidense, representado a través de sus políticos, tenga derecho a promulgar leyes que velen por sus intereses, la ley SB1070 resulta inconstitucional debido a que viola la llamada Cuarta Enmienda (Fourth Amendment) que prohíbe registros y detenciones injustificadas, además de que legisla sobre un tema que cae sobre jurisdicciones federales no estatales.

Otro vértice negativo acerca de esta ley es la búsqueda y penalización sobre un grupo étnico en específico, lo cual continúa poniendo de manifiesto la doble moral del sistema político estadounidense a la hora de hacer frente a problemas sociales bilaterales sostenidos con nuestro país. Es decir, México representa una gran fuente de extracción de petróleo, de mano de obra barata, de recursos naturales y de pendejos que compran cuanta basura se hace en el país vecino (hola maniáticos malinchistas y amantes de Abercrombie, Hollister y toda esa basura de camisetas genéricas), pero aparentemente no es lo suficientemente bueno como para trabajar en una reforma migratoria que beneficie a ambas partes.

Con lo anterior no digo que la política doméstica de un Estado debe estar en función de otro Estado sólo por que haya un flujo migratorio preocupante, como en este caso, sino que nosotros como mexicanos debemos dejar de creer en el discurso estadounidense que dice “yo soy la policía del mundo y tengo el deber moral de protegerte, hasta de tí mismo” y empecemos a buscar nuestras propias soluciones a problemas sociales que claramente afectan a millones de mexicanos.

Afortunadamente este es un tema fresco que ha suscitado muchas opiniones en contra por parte de políticos, estudiantes, reporteros, inmigrantes, no inmigrantes, artistas del medio del espectáculo y de personas como yo que han decidido alzar la voz para decir que algo no está bien. Tomemos en cuenta que no es aceptable que las mismas leyes que fueron diseñadas para velar por el bien de los individuos, busquen violar de una manera disimulada los derechos fundamentales del hombre, aún cuando este hombre ande de rol en otro país.



A. Zan

2 comentarios:

  1. Pinche ley pedorra esa, además del discurso ético y moral que pone de manifiesto, es terriblemente incoherente no solo en el ámbito legal tambien en la parte histórica, allá tambien sufren desmemorias, se olvidan que la gran mayoría son hijos de inmigrantes y que el origen de ese país son los inmigrantes... pero bueno... México en vez de solamente denunciar esa ley debería ponerse las pilas y darle prioridad a generar los empleos y condiciones que en primer lugar motivaron a esa migración masiva de indocumentados...

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  2. Es verdad. Gran parte de la riqueza cultural, e incluso poder, de Estados Unidos nace de la configuración racial tan enriquecida que este Estado posee aunque lo curioso de los gringuitos es que se empeñen en hacer creer a todos que son gueritos y de ojo azul, cuando en realidad los auténticos originarios son Los Pieles Rojas, los Yaquis, los Navajos, Amerindios, etc.
    Aunque dejémonos de tonterías, ¿desde cuando el color de piel realmente define la plusvalía de un grupo racial?

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